sábado, 24 de enero de 2009

Sobre nombres bien peruanos

A Carolina Serrano Bonifaz,
por hacerme creer que tengo
buen sentido del humor.

A diferencia de Hotmail, Jutmeil no es virtual. Cuando Jack Smith y Sabeer Bathia fundaron la archiconocida marca de correo electrónico en 1996, tal vez no imaginaron que a miles de kilómetros al sur de Estados Unidos nacería un niño cuyo nombre sería un calco cacofónico de esta nueva palabrita heredada por la modernidad. Sí, a estas alturas del tercer milenio, existe gente que sabe de Internet tanto como lo que sabía Steven Spielberg del Perú cuando rodó Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, y que, en un acto de desprecio total al santoral, prefieren llamar a sus vástagos con cualquier palabra de moda o que hayan escuchado antes y les parezca bonita aunque no sepan su significado.

En el verano de 2006, diez años después del lanzamiento de Hotmail, supe de su casi tocayo de carne y hueso: un niño retozón y bullicioso de unos cuatro años que desesperaba a una sala de espera de la Maternidad de Lima. Un amigo que me contó esta historia y que conoció a este celebérrimo infante en el mencionado centro de salud, mostró su embarazoso asombro luego de escuchar como le decía su mamá para que deje de hacer travesuras: Jutmeil, una y otra vez, gritos impacientes que llamaban la atención de los pacientes y los presentes en el lugar.

Señora, ¿Cómo se llama su hijo?, preguntó mi amigo.
Jutmeil, señor, respondió la mujer.
¿Y por qué le ha puesto ese nombre?, continuó.
Bueno, Jutmeil es un nombre extranjero y le dará una buena posición social.

Como prueba final, una tarjeta en la cual figuraban los datos del pequeño. Una vez más, la realidad superó a la ficción, al igual que en el caso de aquella p
areja mexicana que luego de conocerse por Internet, llevar una idílica relación a distancia y consolidad su amor con un tórrido encuentro cercano, tuvieron un hijo al cual llamaron Yahoo, en honor a esta conocida empresa de webmail que les sirvió como moderno cupido de la era digital.

¿Será justo que las pasiones efímeras de algunos padres queden perennizadas en innombrables nombres de hombres y mujeres? Según una nota del diario “El Clarín” publicada en setiembre de 2007, en el Perú existe una chica llamada “Madeinusa” y tres hermanos, hijos del andinista Carlos Zárate, llamados “Misti”, “Chachani” y “Pichu Pichu”. Famosa también es “Neurona H2O”, hija del extravagante Mario Poggi. Lugares, cosas, plantas, animales, en fin, todos los vocablos de todos los idiomas conocidos e imaginarios pueden ser útiles para usarlos como nombres en nuestro país. Nada se salva. ■

Señora Perú

La patria vive, nació hace 39 años, no fue reina de belleza, pero merece más que nadie el título de Señora Perú. Se hizo conocida en 2006 durante los comicios municipales al postular a la alcaldía de La Molina por Restauración Nacional gracias a su homonimia con la tierra de nuestros antepasados. Perú Inga Zapata, sin embargo, no alcanzó el sillón edil de este distrito limeño, pero su paso por la política no pasó desapercibido: Perú es abogada, educadora, llevó un post grado en Desarrollo y Defensa Nacional en el Centro de Altos Estudios Nacionales (CAEN), estudió sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, es catedrática de derecho en diversas universidades, domina el inglés y el francés y forma parte del estudio jurídico Inga Garay Abogados.

Su padre, que fue quien eligió el nombre, merece una doble mención. Primero, por continuar con la tradición familiar (él también se llama Perú) y, segundo; por imponer el nombre del país como una opción unisex para cualquier recién nacido si es que no le agrada ninguna de las más de 350 ofertas del santoral católico. Todo un ejemplo para los peruanos que no se conforman con un nombre común.

En el Perú, país de los Perú y de veintiocho millones de per
sonas, todos hemos conocido o por lo menos escuchado de alguien con un nombre singular. Tengo amigos que se llaman Enoc, Pool, River, Factor, y en el colegio de mis sobrinos hay dos madres que se llaman Aeropajita y Etelvina. En la guía telefónica figuran, con el apellido Abad, Baldramina, Basílica, Equicio, Floresmilo, Fredesvinda, Práxedes, Tritenio; con el apellido Abanto, Escolástico, Filadelfo, Gosvinda,; con el apellido Tello, Colett, Cigri y Eisntein; además de Nicerata y Nicerato Roque, Eriotilde Abao, Asunciona Abendaño, Hulcemer Abril, Hober Cóndor, Neofita y Nerigalindo Huamán, Spirindón Kalinicos, Shariot Jorge, Telésforo Jiménez, Arequipo Requena, Basa Rengifo, Mermenciano Peralta, Crecencia Pedrato, Hilcias Pator, Esiderio Maguiña, Bicail Luyo, Bahille Leguía, Miguey Laura y otros indescifrables nombres camuflados entre páginas blancas.

En un foro en Internet sobre este tema, hubo gente que afirmó conocer a Adnivar Velásquez, Edmundo Zuriel Baca, Blanca Nieves Rosas Gálvez, Bremilda Culqui Cóndor, Geyson Monocruto, Anacario Arcadio, Jhannot Natividad Jaime Larrañaga, Hermelinda Delgado, Degollación Andres Páucar, Cuarisun Ortega Ramírez, Vernafita Checan Culqui, Silver Quispe y a otros compatriotas de los cuales, por una u otra razón, no tenemos rastros de sus apellidos. La lista no termina aquí, si pensó haberlo leido todo.

En algún lugar de nuestro país, viven, según las personas que participaron en el foro, Porcolio, Solanger, Jussara, Vida, Arsenio, Eutropia, Tolima, Rósulo, Edger, Niclaus, Prisket, Circuncisión, Pancracio, Sandalio, Vagino, Canción Cajaleón, Rimane, Exaltación, Cloroaldo, Tessifón, Madalina, Lindomira, Lastenia, Roquelia, Galaxia, Estretoscopio, Teodolito, Karina Cesárea, Lluyin, Janalassia, Anyulia, Santia, Arles, Mangannolia, Jonopher, Emérita, Orfelinda, Leovigildo, Séfora, Limbania, Tessy Radsell, Viviano, Aceituno, Vitelio, Thamer, Randan, Perfila, José Hitler, Pánfilo, Reintegro, Lesbi, Espíritu, Temporiza, Pietrofilio, Katrina, Katlin, Manuseto, Senen, Yutsabet, Fluskaya, Zeberrín, Adriel, Fredesminda y Heimmo. Y pensar que según los antiguos hebreos el nombre era la expresión de la personalidad. ■

En nombre de la prosa

Cuando Joan Manuel Serrat dijo “Mirándose feliz al espejo, palpándose el perfil y trenzando mil nombres en dos sexos” quizás no sospechó de la hemorragia creativa de algunos peruanos al momento de decidir cómo llamar a sus hijos. Pero ¿Por qué nuestro Registro Civil se ha convertido en la pista de aterrizaje de las más voladas ocurrencias de algunos progenitores? La primera razón, en sociedades en Estado de Derecho como la nuestra, es la falta de legislación en este campo. En el vecindario sudamericano, la ley argentina establece ciertas pautas a seguir para inscribir a un recién nacido, entre las cuales se incluye una lista oficial de nombres autorizados que excepcionalmente se puede desacatar cuando se trata de nombres de origen local.

De acuerdo a la norma que rige en la ciudad de Buenos Aires, “El derecho de elegir el nombre de pila se ejercerá libremente, con la salvedad de que no podrán inscribirse: 1) Los nombres que sean extravagantes, ridículos, contrarios a nuestras costumbres, que expresen o signifiquen tendencias políticas o ideológicas, o que susciten equívocos respecto del sexo de la persona quien se impone. En caso de los nombres que puedan resultar confusos… son admitidos si se acompañan con otro nombre que defina, por ejemplo María, María José (femenino), José María (masculino)”.

Otra causa de la existencia de estos anecdóticos nombres es el frenético hábito de evocar personajes anglosajones en un país cuyos idiomas oficiales son el castellano, el quechua, el aymara y otras lenguas nativas del ande y la amazonía. El resultado, casos como los incluidos en un foro virtual: Jean François Mamani, Sheyla Sharon Stacy o Cristofer Mailof, en evidente alusión a Christopher my love. Como práctica antagónica, tenemos algunos nombres autóctonos como Ollanta, Pachaycoster, Atahualpa o Naylamp.

A lo mencionado, se suman las conjunciones de nombres y apellidos que forman frases que superan a cualquier sobrenombre, apodo, seudónimo, alias o broma. En las páginas blancas conviven en armonía “Guerra Paz, Alicia” y “Zoila Baca Alegría”. En una página web, Willy Linares nos cuenta de su amigo “Larry Concha Álvarez” y en el mismo espacio figuran “Arturo Malca Chao” y Pedro Inga, cuyo correo corporativo de su centro de labores es
pinga@nombredelaempresa.com

Con el paso de los años y debido a la ineludible globalización, se ha perdido la tradición de bautizar a quienes llegan al mundo con el nombre asignado por el santoral, nómina en la que se menciona a la mayoría de santos conocidos. De acuerdo a esta lista, si se lleva el nombre asignado al día del nacimiento, se tendrá cumpleaños y santo – conceptos muy confundidos en la actualidad – en una misma fecha. De lo contrario, se hablará de una doble celebración: el aniversario del natalicio y, el del santo del cual adoptamos el nombre, conmemoración que también se conoce como onomástico (Del griego ὀνομαστικός. Perteneciente o relativo a los nombres, y especialmente a los nombres propios – Diccionario de la RAE, Vigésima segunda edición).

Entre todos los santos, también encontramos algunos que llaman la atención: Agatón (10 de enero), Agueda (5 de febrero), Aquilino (4 de febrero), Axel (21 de agosto), Cayo (10 de marzo), Consolación (4 de setiembre), Coral (8 de setiembre), Crispín (19 de noviembre), Dalmacio (5 de diciembre), Deodato (8 de noviembre), Deogracias (22 de marzo), Engracia (26 de abril), Eutimio (11 de marzo), Eufemia (20 de marzo), Frutos (25 de octubre), Ivo (19 de mayo), Kilian (8 de junio y 13 de noviembre), Nereo (12 de mayo), Nicasio (14 de diciembre), Olegario (6 de marzo), Orior (23 de marzo), Pacomio (9 de abril), Quirino (30 de marzo), Ragüel (25 de setiembre), Serapión (14 de noviembre), Sotera (10 de febrero) y Yago (27 de setiembre).

Me llamo Leonardo Martín, soy tocayo de un artista y de un santo. Mi cumpleaños es en julio, pero mis santos son en noviembre, exactamente nueve meses antes de llegar a este mundo. Tengo tres fechas que recordar, muchos amigos que no tienen santo, otros que conocí junto con sus nombres y muchas personas que desconozco aun y ni imagino cómo se llaman porque las ciencias ocultas de vislumbrar nombres tienen al infinito como punto final. ■